Affectio societatis:
intención de los socios de permanecer y contribuir a una sociedad, decisión que
por supuesto debe ser libre, y que se expresa colaborando activa y conscientemente
en perseguir el fin común que se convino. Este concepto muy generalizado en las
charlas empresarias debería también poder ser aplicado a las comunidades en las
que vivimos, pero algo ha cambiado en las últimas décadas.
El pasado viernes por la
madrugada el duro viento patagónico voló las chapas de la mitad del techo del
San José Obrero en el barrio Nuestras Malvinas, ese predio de los salesianos
que llegaron hace más de un siglo a esta zona, en este momento sobre el terreno
triangular se levanta la capilla y atrás de esta, el salón comunitario, la
capilla era de madera y una de las nevadas históricas la tiró, durante el
tiempo que tardó en volver a ser levantada por los mismos vecinos, ladrillo a
ladrillo (ahí no hubo colectas millonarias ni aportes extraordinarios como con
la Inmaculada) el salón comunitario se transformó también en iglesia, con
bautismos y casamientos incluidos, también fue salón de fiestas de cumpleaños,
lugar de encuentro de los vecinos, punto de distribución de leña del Plan
Calor, sala velatoria, espacio para recitales, y desde hace 3 años la sede del
Taller San José Obrero, proyecto de promoción de los jóvenes del alto a través
de los oficios y la práctica laboral.
Ladrillo a ladrillo, tirante
a tirante, con mano de obra siempre donada, fue tomando forma, siempre
precario, siempre con ilusiones de mejora de los que lo habitamos.
La gente del barrio lo conoce
bien porque va a la misa, o manda a sus chicos al taller de los sueños de Vicky
Sabatte, o a la catequesis, o porque escuchó el ruido de los jóvenes trabajando
en herrería, o por tantas actividades que pasaron en todos estos años, y se
renuevan siempre.
El viernes por la madrugada
el duro viento patagónico voló la mitad de las chapas del techo, en pocos
minutos más de 10 chapas volaron al terreno que rodea el salón. Apenas despuntó
el día fueron retiradas por dos vecinos que tienen sus casas justo en frente de
la capilla y el salón, uno de ellos las guardó en su terreno, les puso maderas
y piedras grandes encima para que dejaran de volarse, y cuando llegó la gente
que conduce las actividades en la capilla les avisó que ahí estaban guardadas
listas para ser colocadas de nuevo. El otro vecino recolectó también chapas las
apiló en su terreno y empezó a clavarlas en una ampliación que realiza en su
casa, delante de todos, a plena luz del día, justo en frente del salón
comunitario de todos con el techo volado, el mismo día que se volaron.
¿Qué nos pasó como sociedad?
¿Qué envenenamiento social hemos consumido como para llevar adelante estas
prácticas?, suena a viejo pero creo que cuando los de más de 40 éramos chicos, dos
o tres décadas atrás, era impensable que un vecino se robara frente a todos las
chapas del salón comunitario de una capilla y que encogiera los hombros cuando
se le reclamaba, hay muchas acciones que algunos pueden construir como
moralmente aceptables mientras otros no, pero definitivamente se han roto
códigos que aceptábamos todos.
Siempre hubo gente más o
menos comprometida con su comunidad pero el neoliberalismo de los 90 fue un
punto de inflexión obsceno en la destrucción de los códigos culturales de
convivencia, la desocupación como método de disciplinamiento social para
transferir renta a los más poderosos destruyó la familia, el mensaje
individualista del sálvese quien pueda, el “no te metás” con su primo hermano
el “algo habrán hecho”, el modelo del
“self made man”, (ahora rebautizado como meritocracia) todas condiciones que
condenan el esfuerzo puesto en lo colectivo, la construcción social, el
objetivo en común. Cada vez más nos quieren como islas, de esa manera somos más
dominables, más rentables, más asustables, más engañables, más corrompibles.
Todas las capas sociales
están contagiadas de esta enfermedad, los empresarios y funcionarios que evaden
impuestos, transfieren a paraísos fiscales, se enriquecen con Lebacs o dólar
futuro, descargan sus planes económicos sobre los más débiles, los legisladores
que defienden auto asignarse el doble de aumento que votaron para el resto, y
que con un cinismo a toda prueba dicen que si no les pagamos los $170.000/mes
que pretenden no darán garantías de honestidad porque con menos no pueden
vivir, con el mismo razonamiento los jueces defienden no pagar ganancias
argumentando que si no ganan mucho más que el resto no podrán asegurar la
honestidad de sus fallos, desde esos ejemplos baja la corrupción y el egoísmo,
siempre contada al revés por los medios del poder, baja peldaño a peldaño
ensuciando todo, hasta los ciudadanos de los barrios populares, y entonces,
roto todo el contrato social, viendo que los que deberían gobernarnos nos
roban, los que deberían cuidarnos nos matan o se matan entre ellos, los que
deberían defendernos venden sus fallos en una justicia de clase que pocas veces
hace justicia real, entonces?… que me queda?,… me robo las chapas del salón
comunitario, si todos lo hacen yo no quiero ser un boludo.
Es sin duda el logro
simbólico más importante del sistema que nos quiere separados, brutos,
enemigos, egoístas, alienados, consumiendo productos y sustancias sin control,
aunque nos lastimen.
De esa manera se evita que
nos juntemos a pensar entre todos otro plan, uno que promueva un futuro que nos
contenga a todos, que nos empodere y a la vez nos haga responsables, para que no
haya ninguna posibilidad que naturalicemos que nos roben descaradamente los de
arriba,… o nos robemos descaradamente entre nosotros las chapas.
Fernando Fernández Herrero
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